Resulta curioso en que medida se puede presagiar el ambiente de trabajo en cualquier organización tan solo conociendo quién está al frente de las relaciones laborales de la misma. Un buen indicio es el título del cargo que ocupa. Podemos encontrar organizaciones en las que este área tiene el ámbito de una dirección, ¡ ojo !, aquí las relaciones laborales son cosa seria, un asunto de altura, donde las mismas ocupan el tiempo y los recursos suficientes para que mientras unos se preocupan por ellas otros puedan ocuparse del negocio. Normalmente éstas son organizaciones de gran tamaño, en donde las relaciones laborales se plantean generalmente en términos de estrategia y conflicto, como si de 2 ejércitos regulares se tratase, los unos frente a los otros… aunque a veces haya otros más y otros más y así sucesivamente. La estrategia está por encima de cualquier relación, sea del tipo que sea esa relación. De manera habitual ambas partes suelen coincidir en los grandes titulares, -estamos de acuerdo en la búsqueda del bien común, pero casi nunca nos ponemos de acuerdo en cómo conseguirlo-, comenta un resignado director de relaciones laborales. -Lo que es del común es de ningún-, le contesta un compañero. Las personas al frente de este tipo de relaciones laborales, reconocidos profesionalmente más por lo que dicen que por lo que hacen, logran hacer de su prestigio su mayor activo y lo cultivan en foros, seminarios y publicaciones. De igual modo que estas organizaciones son capaces de generar modelos a seguir por otras organizaciones, a la primera de cambio que se tuercen un poco las cosas, pueden llegar a ser el escenario ideal para la aparición de nuevas formas de absolutismos y fundamentalismos fruto de una cultura, en apariencia impotente, para superar la mediocridad de aquellos que insisten más en la fama que en la ejemplaridad.
Integrar las relaciones laborales dentro del área de RR.HH. es una práctica habitual en muchas organizaciones, en la mayoría de estos casos, como si se tratase de una función específica más a tener en cuenta en el desarrollo de las personas o incluso en la mejor manera de alinear las expectativas de las personas con el desempeño de la organización, las relaciones laborales se dejan en un segundo plano, pero otorgándole un ámbito de responsabilidad y aquí te encuentras con el/la Responsable de RR.LL. Ya sólo el título del cargo levanta sospechas, es como si el/la responsable formase parte esencial de un proceso previo civilizador para que después o al mismo tiempo lleguen los profesionales de los recursos humanos y desplieguen todos sus encantos y un sinfín de programas de mejora. Si me permiten la ironía, el/la responsable se convierte en la mayoría de los casos en el perro de Hades, el Can Cerbero, y les aseguró que hay algunos que se toman bastante en serio ese papel.
Pero, sin duda, generalizar no es bueno, esos tipos de relaciones laborales descritas, son fruto más de clichés y atavismos gregarios que de una profunda reflexión al respecto del modelo de relaciones que requieren las personas que trabajamos y las organizaciones que nos acogen. Unos y otros proclamamos a los cuatro vientos innovación y transformación en otros ámbitos, pero llegado el tiempo de las relaciones labores nos vemos incapaces de salir de estereotipos al servicio de las normas y no de las personas. Analizar el tipo de relaciones laborales por las que merece la pena luchar sigue siendo tan revolucionario hoy como a principios del Siglo XIX, preguntarse cuál el la mejor manera de alinear expectativas y desempeño sigue siendo intemporal y universal.
Nada que añadir tengo al respecto de esas otras organizaciones que se contentan con tener al frente de sus relaciones laborales técnicos en la materia, encargados con burocrática eficacia de convertir el ámbito de las relaciones entre personas en un simple proceso de intercambio de información, normas, decretos y sentencias. Se interpreta, se ejecuta o se actúa al servicio de la norma y se convierten en enemigos de sí mismos de forma que sólo somos capaces de establecer las relaciones laborales que otros han presumido en otro momento y en otras circunstancias que debían ser aplicadas a nuestra organización.
En las relaciones laborales es necesario un diálogo constante con nuestro entorno, no tanto para prohibir, negociar, advertir, señalar…etc, sino también para escuchar, entender, aconsejar y comprender qué intereses mueven a quienes no opinan como nosotros, no tanto para buscar acuerdos sino para moldearlos. Pensar en el acuerdo como un medio y no como un fin de las relaciones labores nos ayudará a conseguir que éstas respondan en mejor medida a los intereses y objetivos de una organización competitiva en su conjunto.
Tradicionalmente esta era un área masculina, la incorporación de la mujer a estos asuntos, se prometía más innovadora de lo que en realidad está siendo, la razón parece tener algo que ver con evitar la vulnerabilidad profesional de ser tachadas como simplemente bienintencionadas. En general, las mujeres en vez de aportar una forma diferente de comunicar y de relacionarse han optado por seguir el patrón masculino dibujado en el ideario del mundo de los negocios. En mi experiencia, una actuación inteligente nada o muy poco tiene que ver con ser más o menos agresivo o más o menos condescendiente, a pesar de los muchos que se empeñan en practicar unas relaciones laborales presididas por el signo de Marte o por líneas rojas infranqueables.
Hablando con un colega a este respecto, me confiaba lo absurdo de mi preocupación por estos asuntos y me contaba la siguiente historia: -Eso mismo les pasó a López y Pérez, como cada tarde se encontraban jugando al billar en el casino. Las carambolas se sucedían una y otra vez, la conversación era ligera hasta que Pérez comentó lo abundante que había sido esa temporada su cosecha de vinos y la dificultad que tenía en venderla tan bien como en otros tiempos concluyendo que, -a su parecer-, hasta los médico deberían recetar vino a todo el mundo. La reacción de López no se hizo esperar, se declaró enemigo del alcohol bajo cualquier nombre y disfraz y calificó de locura la idea de Pérez de pretender que los médicos recomendasen la ingesta de vino a la sociedad.
Pérez argumentó cómo eran conocidos numerosos ejemplos de individuos que habían alcanzado longevidad sin otra explicación que su afición a los buenos vinos. López respondió de igual modo relatando las numerosas anécdotas de sujetos que habían arruinado su salud y sus vidas sin otra causa que su devoción a la bebida.
El debate subió de tono, uno argumentaba y el otro replicaba, aparecieron datos, estadísticas y argumentos de un cierto rigor científico que despertaron la curiosidad de todos los que allí nos encontrábamos presentes. De pronto, en mitad de la discusión, Pérez levantó el taco y lo dejó caer en la cabeza de López con tan mala fortuna que éste perdió el conocimiento durante unos instantes. Cuando López volvió en sí, se dolió de que Pérez creyese que un garrotazo era un argumento válido, le insultó, le maldijo y todos los presentes le dimos la razón, avergonzando así a Pérez de la forma en que decidió defender su opinión.
Al día siguiente jugaban de nuevo al billar. Esta vez fue López quien inició la conversación, habló del abundante aceite que había cosechado. Censuró las calidades de otros países y las ventajas que aquellos tenían para vender su producción a un mejor precio que él. Comentó sarcásticamente la estupidez de aquellas personas que no incluían el aceite en su cocina. Pérez, enrojeció al oír aquello y no tardó en opinar en contra, para terminar jurando que él no comería jamás algo que no estuviese frito en mantequilla.
Ambos se enzarzaron ahora en una nueva discusión que llamó de inmediato el interés de todos los presentes, unos tomamos partido por Pérez otros por López, ambos hablaron con sagacidad y conocimiento de las diferentes vitaminas que uno u otro producto aportaban a la comida. Pérez defendió a las vacas, López a los olivares, ambos con elocuencia, profundidad y acierto en sus afirmaciones. De repente López alzó el taco y golpeó brutalmente con el mismo los parietales de Pérez. Mientras Pérez yacía tendido en el suelo, todos los presentes le reprochamos a López su conducta y le recordamos algunas de sus frases y lamentos del día anterior. «Bueno,-respondió López-, pero es que ahora se trataba de mis aceitunas».