Hacia unas nuevas relaciones laborales

…Es más fácil hacer leyes que gobernar. Tolstoi (Guerra y paz) 

Un mundo hiperconectado, diverso y a cada día que pasa, tecnológicamente más avanzado, pone en evidencia la limitación de muchas de las reglas cuya finalidad no era otra que conseguir determinados comportamientos humanos.

El viejo y popular aforismo de «palo y zanahoria» que proponía una pretendida justa combinación de coerción y motivación como elementos eficaces para generar conducta humana se descubre insuficiente, insostenible e incluso «grosero» para la denominada economía del conocimiento.

El mundo actual está cambiando rápidamente, la irrupción de economías emergentes, el envejecimiento de la población, la migración a las ciudades, la crisis de los poderes tradicionales, las crecientes desigualdades, la degradación del medio ambiente, la reconstrucción de las relaciones globales del poder económico…etc, configuran un escenario donde la información y las ideas comienzan a convertirse en una nueva fuente de poder. Un poder casi infinito a través del desarrollo de la tecnología que cambia todo de manera vertiginosa.

Las organizaciones y empresas que quieren competir no son ajenas a estos cambios de tendencia globales y en la medida que las fuentes de poder se modifican, las formas de generar, incitar comportamientos y guiarlos o simplemente acompañarlos, se acomodan al cambio,  ahora más que nunca en los últimos 20 años ante todo se requiere inspirar a las personas que trabajan en nuestra empresa a a sacar lo mejor de sí misma para que, una vez en esa línea, se puedan conseguir comportamientos más allá de lo imaginable que permitan  destacar, que permitan el éxito de manera sostenible y perdurable.

Quizá la pregunta más tentadora en estos momentos tenga que ver con la cantidad de tiempo, energía y recursos económicos dedicados a las políticas del «palo y zanahoria» en todas esas organizaciones en las que se han creado un conjunto de reglas enredadas y – a mi juicio- poco eficaces, por acercarse al sentido de lo que es justo y en las que sin embargo se da la tremenda paradoja de que todo el mundo en general tiene una razón para sentirse injustamente tratado a pesar de todo ese esfuerzo.

La mayoría de las organizaciones con las que he trabajado hacen depender el resultado de sus relaciones laborales básicamente de lo que dictan las reglas, sin saber siquiera en qué o porqué circunstancias se originaron, simplemente tienen a alguien que se encargue de aplicarlas y a alguien que se encargue de discutirlas en caso de conflicto. El caso es que esta forma de actuación profesional no tiene en cuenta el sentido de propósito de dichas relaciones y su repercusión en el desarrollo del negocio.Y tal es así, que a pesar de los costes asociados a esa interpretación de cómo gestionar las relaciones laborales y de la dinámica de confrontación continua que dicha interpretación provoca, se insiste en seguir actuando de la misma forma y simplemente se venden unos a otros la idea de que esos costes «van de suyo» con la gestión de las relaciones profesionales y laborales.

Las reglas en la mayoría de las organizaciones son un fenómeno social, son sin duda un producto incompleto, nacen por obediencia o por imposición y por lo tanto las incorporamos a nuestras vidas como expresiones de límites, son en definitiva el límite entre lo que se puede o no se puede. Las reglas responden a comportamientos pasados y en base a esos comportamientos se han ido edificando, sirven para gobernar el pasado, no dictan el comportamiento futuro y por lo tanto en la mayoría de los casos querer liderar personas con visión de futuro usando las reglas establecidas para gestionar el pasado termina en grandes desencuentros. A mi juicio, las reglas deberían estar al servicio de las personas y no a la inversa.

El caso es que a poco que lo pienso, en la mayoría de las organizaciones que conozco las interacciones humanas de las que forman parte ineludible, las relaciones laborales,  se gobiernan a través de reglas edificadas pensando en el QUÉ o en el CUÁNTO, en definitiva en la cultura del  imperativo, del ¡HÁZLO a toda costa!.

En la propuesta de una visión constructiva de las relaciones laborales se tienen que tener también en cuenta las aspiraciones y las intenciones de todos los participantes. Hay que descubrirlas, entenderlas y tratar de gestionarlas  aun cuando la solución sea muy diferente de lo que nos dice la regla qué debemos hacer. Pensemos que cuando gestionamos en base a reglas, todos conocemos que hay que respetarlas, pero igualmente sabemos que su  percepción siempre será la de una prohibición, un límite… siempre habrá una voz interior que nos diga …  ¡las reglas están hechas para romperse!.

Sería un irresponsable si no declarase mi absoluto convencimiento en la necesidad de existencia de reglas y leyes. Es evidente la necesidad de codificar el conocimiento y convertirlo en ley para progresar, pero no deja de preocuparme la cada vez más evidente falta de seguridad para quien vive dentro de las reglas y la falta de innovación de pensamiento de quien vive amparando su actuación únicamente en las reglas. La actual desafección con líderes, políticos y personalidades es evidente muestra de lo que digo, movimientos como el 15M, la primavera árabe, la ocupación de Wall Street, la aparición de inquietantes partidos políticos son claro ejemplo de que las reglas con las que se gobernó el pasadas no parecen ser garantía de acuerdo en el futuro. Exigimos mucho de las normas y nuestras acciones se pierden en el laberinto de lo que puedo o no puedo hacer, perdiendo de vista algo más importante a mi juicio y  desde luego consustancial a nuestra naturaleza humana, lo que debo o no debo hacer, lo correcto o lo incorrecto…retomando el poder de los valores, el poder de los principios, el poder de la humanidad para gestionar una nueva forma de entender las relaciones laborales que vienen.

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1 comentario

  1. Sergio López

     /  06/12/2015

    No creo que se pueda gobernar un pueblo o empresa sin reglas. Aunque tampoco creo que se pueda obtener lo mejor de cada individuo sin alentar la autodeterminación. Lo que nos lleva al Quién más que al Cómo. Quién es la suerte de un grupo -pueblo o empresa- a ser dirigidos por un líder. Encontramos líderes entre nuestros políticos, jefes, profesores, e incluso parientes,…?. NO. No hay casi ningún candidato. Qué ocurre? Por qué no hay? Pues es fácil la respuesta -volvemos al principio del texto- porque no se puede gobernar un pueblo o empresa sin reglas, y las reglas se aceptan porque hemos sido programados desde pequeños en las escuelas, luego en las Universidades, y ahí tenemos la Sociedad actual. Yo personalmente no veo cómo cambiar esta tendencia. Lo sabes tú?

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