El largo plazo

office-conflict-web¡A la larga…todos muertos! -dijo irónicamente Keynes-. No, no es tarea sencilla vivir pensando en el largo plazo, incluso pensar en el medio plazo nos resulta  incómodo. Somos, sin ningún género de duda  cortoplacistas, pensamos y actuamos para resolver nuestras necesidades en el corto plazo y sólo una vez resueltas, somos capaces de pensar más allá de nuestro presente inmediato, está en nuestra naturaleza.

En muchos casos, las vivencias pasadas, su recuerdo, no ha provocado ningún aprendizaje, ni siquiera reflexión, sino sólo sentimientos y estados de ánimo dispares. Los mayores reniegan o alaban  su suerte y los jóvenes no saben ni quieren saber ya que eso no tiene mucho que ver con ellos.

Todo el que sufre un gran revés en la vida suele preguntarse después, qué ha hecho mal. Si se omite esta pregunta volverá a cometerse los mismos fallos, una y otra vez.

El futuro que nos vaticinan los más ilustrados nos regala escasez y pobreza. ¡Merecidas! -señalan en muchos medios de comunicación los profesionales de la reventa de ideas-, fruto, -según algunos de ellos-de una actuación consumista irresponsable y de la falta de interés por el trabajo y más por la holganza…  ¡menuda caradura!.

El caso es que la situación actual, a poco que no fijemos, nos revela  una serie de cambios trascendentales en el ámbito que a nosotros nos ocupa:

Un primer y gran cambio económico, en el que los sectores industriales tradicionales dan paso a nuevos sectores enfocados en, hacia y para el conocimiento. Sectores que claramente requieren de una mayor sofisticación a la hora de encontrar vías de comunicación con sus grupos de interés, una comunicación más cercana a la conversación que al discurso, una comunicación en igualdad de plano.

De igual modo, aparecen nuevos modelos de gestión de personas y consecuentemente nuevos modelos en la toma de decisiones, influenciados por las nuevas tecnologías digitales, las redes sociales y el cambio generacional,  se aconsejan nuevas fórmulas en la manera y forma de organizar las empresas. Se precisa una organización más horizontal, menos jerárquica y más activa en cuanto al flujo de información e ideas, las nuevas fuentes de poder en la economía del siglo XXI.

La diversidad es un elemento más a gestionar. Las organizaciones tienen que gestionar desde la diversidad en todos sus aspectos, se acabó la obsesión por una historia unitaria al respecto de producir y consumir.  Hay que considerar modelos alternativos que tomen en cuenta las necesidades del ser humano y la capacidad del planeta.

El cambio tecnológico facilitando el contacto inmediato en los negocios y la poderosa fuerza que despliega la información accesible a todos y, en todo momento, requiere de una revisión de los canales tradicionales de información corporativa para seguir siendo creíble ante los mercados.

Estos cambios y sus efectos aflorarán más allá de nuestra directa percepción, lo cuál no debe llevarnos a cometer el error de ignorarlos en nuestra forma  de gestionar las personas y organizar nuestra empresa. El funcionamiento de cualquier orden organizacional debe basarse siempre en consideraciones a largo plazo, son las pautas de comportamiento de una organización aprendidas en ese largo plazo, las que disciplinan los impulsos en la propia organización y ayudan a reflexionar las decisiones en base al respeto a la organización y sus pautas.

En este contexto, la comunicación corporativa como la hemos conocido hasta ahora empieza a ser una reliquia de otro tiempo, un dinosaurio a punto de extinguirse, ahora lo importante no es tanto que la noticia sea nueva, sino que sea verdadera. Se requiere comunicar con y no para los empleados y colaboradores. La comunicación requiere minimizar distancias e ideas de manera que se aproveche el empoderamiento de la organización. La comunicación directiva o la inclusión de elementos de marketing en la comunicación corporativa no tendrán el efecto deseado en los empleados, se necesitará crear una comunicación que genere mayor confianza y credibilidad, se necesitarán más «contadores de historias» en base a experiencias reales. Se acabaron esas organizaciones en las que sus directivos se llenan la boca hablando de confianza y de la importancia de fomentar el desarrollo personal y luego exigen a su empleados autorización previa para todo tipo de cuestiones. Es la hora de la consonancia entre lo que comunicamos y cómo actuamos y esa consonancia se mide en el largo plazo.