La habilidad de las personas, en general, para cooperar en el presente con aquellos que en el pasado fueron sus adversarios es,a mi parecer, uno de los grandes logros en la supervivencia del ser humano. Transformar enfrentamiento en cooperación es la esencia de la negociación, la clave final para superar la barrera del «ellos y nosotros» y de una dificultad y fragilidad tal que sólo desde una auténtica experiencia vivida es posible entender su virtud. El primer paso para alcanzar esa cooperación empieza por saber superar el NO de tu oponente.
Decir NO, es una de las palabras que antes aprendemos a balbucear, – repetida hasta la saciedad por el bebé para disfrute de sus padres, amigos y vecinos-. Decir NO es reconocible de manera general en casi todos los idiomas y conectada al gesto que la acompaña se identifica universalmente. Decir NO está íntimamente asociado al concepto que una persona tiene de sí misma en torno a la posibilidad de elegir, en torno a la posibilidad de no obedecer una orden terrible por ejemplo, en torno a su identidad, etc. Decir NO forma parte del sentido de defensa y supervivencia del ser humano, del mismo sentido de supervivencia del que hablaba al principio y que nos ha llevado a saber cooperar con nuestros adversarios.
Sin embargo, la realidad es bien distinta, decir NO es un práctica social poco recomendada, mal vista, políticamente incorrecta, laboralmente conflictiva. El caso es que creo que en el mundo de las empresas esta competencia está muy poco valorada frente a otras y ello sin duda ha contribuido a que muchos de nosotros, conocedores de esta circunstancia bien por nuestro propio legado o bien por las circunstancias vividas, en esa incesante búsqueda de aprecio, imagen, promoción o simplemente el evitar más batallas emocionales que las estrictamente necesarias, queriendo decir que NO hallamos optado, en ciertas ocasiones, por decir SI , con alguna que otra consecuencia personal por ello.
Aunque los más escépticos me reprocharán la distancia entre el dicho y el hecho, decir NO, debería integrarse en nuestra vida profesional y personal de manera natural y para ello, en primer lugar, habría que despejarlo de todos los tabúes creados alrededor del NO, ya sea como representante de la intransigencia, de la inflexibilidad o incluso de la resistencia al cambio.
Sin duda, perder el temor a decir NO, requiere perder el temor a escuchar NO. Un comportamiento reflexivo ante el NO como respuesta, saber escucharlo frente a propuestas propias, nuestras ideas o nuestras opiniones y poder manejar nuestras emociones de manera que no contribuyan a perpetuar un posible conflicto, puede ayudarnos a desbloquear muchas relaciones, a desbloquear miedos y falta de confianza, que hacen que nos comportemos de forma poco natural. Soy de los que opina que la intolerancia, provenga de donde provenga, no puede ser compañera en este viaje.
La participación y la cooperación no son panacea para encontrar todas las soluciones a mucho de los conflictos que nos acechan pero si pueden ser un camino a seguir a la hora de combatir el NO de la intransigencia, el que se genera en las emociones negativas de la otra parte. En la mayoría de las ocasiones el convencimiento de estar en poder de la razón provoca la negativa a escuchar , sólo el mostrar una visión del mundo más participativa en la que no todo es » devora o te devorarán» «todo o nada» propia de ese liderazgo carismático tan tristemente celebrado en los últimos años, puede recuperar el sentido de la escucha en tu oponente y reducir sus emociones negativas, favoreciendo el encuentro. Seguro que coinciden conmigo en valorar que suele ser muy difícil para cualquier persona resistirse a cambiar de parecer en algo o sobre algo cuando esa persona se sienta partícipe en el camino hacia la solución. Use la participación en sus equipos de trabajo contra este tipo de NO, puede reducir muchas resistencias.
Decir NO, requiere de ciertas habilidades necesarias para incorporar a nuestro comportamiento con los demás. En primer término, tanto la escucha como la aseveración deben ser siempre desde una actitud de respeto hacia los demás, sólo así conseguiremos eliminar al «adversario» y que aparezca el «posible socio». No es más respetuoso decir SI a aquello que creemos que es NO, ni más servicial, es renunciar a nuestra identidad y nuestros intereses,es probablemente renunciar a nosotros mismos.
Es posible que todo esto parezca una vaga reflexión sobre la virtud de decir NO, pero es todo lo contrario. El decir NO es una amenaza para muchas actitudes conformistas y convencionales que nos han llevado a derivas placenteras de las que, al mismo tiempo que se reclama innovación o imaginación, no se quiere salir. El decir NO es históricamente valiente y siempre admirable, pero sin embargo pocos lo incorporan a las competencias deseadas en sus colaboradores. Decir No no es quejarse o reclamar, es asumir tu propia responsabilidad frente a los demás, es identificarte frente a los demás. Aprendamos a decir NO cuando es no, aprendamos a escuchar NO cuando es no…pero por favor cuando decida decir NO ante una propuesta contraria presente inmediatamente la suya.