Honestamente suyo…

Sin duda, la profesión de ejecutiv@ ha perdido legitimidad respecto a décadas pasadas. Nos referimos a eso tan complicado de pronunciar conocido por Management.  Hace tiempo algunos ejecutivos se postulaban como modelos de éxito a seguir en reconocidas escuelas de negocio a nivel mundial, formaban parte del elenco de personas elegidas para la gloria de figurar en las portadas de las más afamadas revistas económicas, marcaban estilos de vida y comportamiento, se convertían por eso de la globalidad en icono de miles de jóvenes que aspiraban a ser, algún día, tan afortunados y poderosos como ell@s.

En gran parte del mundo , la mayoría de las profesiones cuyo trabajo consiste en manejar intereses ajenos, ya sean económicos o vitales,  presenta un código de conducta que forma parte de la educación formal de los miembros de esa profesión, me refiero a médicos, arquitectos, jueces, abogados, etc., de manera que la propia profesión fomenta organismos internos cuya misión principal es  vigilar el cumplimiento de esos códigos de conducta  y asegurar al ciudadano que el quebranto de la conducta conlleva bien la expulsión de la profesión, bien el menoscabo profesional y por lo tanto la pérdida de credibilidad ante sus clientes.

Estos profesionales no sólo ponen a disposición de la sociedad sus competencias técnicas sino también su talla moral, y esto no deja de ser un valor  importante para quienes  les confían  sus intereses, sean del tipo que sean .

Mantener la talla moral en el ámbito profesional se presume harto difícil, más ahora, corren tiempos de escasez que justifican cualquier cosa a ojos de muchos . Ya se sabe… la escasez lo permite todo, incluso que uno deje de hacer lo que debe y empiece a hacer lo que puede.

Y sin embargo, porque la realidad así lo está exigiendo, parece que el futuro lo van a construir, quieran o no, las mujeres y hombres de empresa, y de manera destacada sus directivos y ejecutivos, o al menos eso sucede en los países más desarrollados económicamente.

La mayor parte de la vida de las personas que habitamos el mundo se desarrolla en el ámbito de las interrelaciones creadas en el ámbito empresarial. Esta responsabilidad, como demuestra la actualidad, conlleva exigir un mecanismo de control más allá de los que el propio mercado establece, los cuales se han presentado insuficientes, se hace necesario un control que sólo se encuentra en el interior de las personas,  en  el interior de  los profesionales que dirigen y manejan intereses ajenos. La ausencia de este control interno no puede ser más que facilitador de un determinado caos social en cualquiera de sus vertientes.

Se reconoce la falta de valores éticos en la gestión de empresas como algo que se mide en el actuación de los demás,  se queda en un discurso más o menos bienintencionado a la espera de que por una especie de generación espontánea florezcan esos valores. Ya es hora de hacer de la profesión de directivo y ejecutivo una profesión de confianza, comenzando por la existencia de un código de conducta generalizado que sirva como control interno de una actuación honorable, leal y justa con todos los grupos de interés que representa en su función. Es hora de evitar traiciones y amarguras,  crear espacios en los cuales las cualidades humanas puedan ser decisivas y donde una buena dirección marque la diferencia frente a una simple dirección.