Una de las decisiones más complicadas a la hora de gestionar procesos vinculados a personas es sin duda cuánto pagar a cambio del trabajo que recibes de tus colaboradores y empleados. ¿Qué dice el convenio? suele ser la pregunta, -evita la reflexión y evita dudas al poder aplicar lo que otros negociaron en otro momento y probablemente en otras circunstancias-. El diálogo que les traigo a continuación, extraído de la película dirigida por Steven Spielberg “La lista de Schindler”, reproduce una escena al principio de la película entre los 2 protagonistas, en los momentos previos a iniciar el negocio que va a dirigir el propio Schindler durante la ocupación nazi de Polonia en la 2ª Guerra Mundial, en la misma escena se trata de decidir qué mano de obra incorporar para iniciar el negocio y qué coste tiene dicha mano de obra, el diálogo dice más o menos lo siguiente:
Stern: «…la tarifa de las SS por mano de obra judía especializada es de 7 Zlotys y medio diario y 5 por la no especializada, mujeres y niños. Los judíos no reciben nada, eso es lo que paga usted a las SS. A los obreros polacos hay que pagarlos un jornal, generalmente un poco más»
Schindler: «…¿qué, qué ha dicho usted de una tarifa?… que es menos de lo que cobraría un polaco. Si los polacos cuestan más ¿porqué he de contratar obreros polacos?»
El trágico contexto en que la película sitúa la escena del diálogo y la carga dramática de la misma puede hacer pasar desapercibida o incluso justificar la pregunta de Schindler: «¿Porqué he de contratar obreros que cuestan más?.
Cualquiera que haya tenido experiencia empresarial o gerencial entendería con absoluta naturalidad esta pregunta, incluso si no la ha tenido y es un profesional que pone a disposición de otros su trabajo también se puede preguntar ¿porqué pudiendo ganar 10 debo ganar 9…8,7,6,5,…?, ninguno de nosotros dudaría de la respuesta si de una clase magistral en una acreditada escuela de negocios se tratara. Sin embargo, creo firmemente que de el cómo se formule la respuesta, de cuál sea el «sentido de propósito» de la misma, dependerá en gran parte no sólo el resultado de la gestión de nuestra organización sino probablemente el resultado de esa gran empresa llamada humanidad.
Si como nos gusta afirmar el futuro mismo de la humanidad depende de las próximas generaciones, de la posibilidad que éstas tengan de acceso al conocimiento y de la calidad de éste, parece razonable pensar que será en gran medida la calidad de la gestión de las empresas la que permitirá conectar valores e ideales sociales con ese pretendido progreso. En esa línea de reflexión parece lógico pensar en la necesidad de medir la actuación de las empresas más allá de la simple generación de riqueza y encontrar otras medidas que ayuden a incrementar su valor en el mercado y favorecer mediante ventajas competitivas duraderas a aquellas que integren prácticas en su forma de gestionar y operar que sepan responder con algo más que obviedades a la pregunta que encabeza este artículo.
El prestigioso profesor de Harvard, Michael E. Porter, señalaba en alguno de sus artículos que en el largo plazo, objetivos sociales y económicos no tienen porque ser inherentemente conflictivos y que sin embargo pueden conectarse de manera integral. Es obvio que gran parte de la competitividad hoy en día depende de la productividad de las empresas y en la medida que éstas utilizan la fuerza del trabajo y los recursos naturales para producir bienes y servicios de más alta calidad que sus competidores, parece lógico pensar que esa productividad dependerá en gran medida de la educación, formación y/o especialización de los trabajadores, de las medidas de seguridad y salud en las que trabajan, de las condiciones del local de trabajo y porque no decirlo de la motivación de,dichos trabajadores. No parece descabellado pensar que gestionando adecuadamente esos factores las organizaciones empresariales aseguran sus capacidades en el mercado creando valor a su alrededor, difícil de destruir.
Sin embargo, la realidad es tozuda y amenaza aún en nuestro días con la oscura sombra de la mano de obra barata de las grandes economías emergentes o el trabajo infantil, reapareciendo en países donde se pensaba erradicado, el reajuste de salarios…etc., encontrando refugio todo ello en recesiones económicas, desempleo, crisis financieras e incrementándose en la medida que la globalización absorbe recursos indiscriminadamente.
Los hábitos de nuestro lenguaje, del lenguaje de nuestra comunicad, nos predispones a ciertas opciones de interpretación. Pero… porqué hacer las cosas distintas a cómo las hace la mayoría -me preguntaba un importante cargo de una acreditada organización social-. En aquel momento reconozco que no supe qué contestar, con el tiempo y tratando de no caer en discurso bienintencionados sin ninguna carga de realidad, reflexionando sobre el asunto pienso que eso de hacer las cosas bien porque son buenas a pesar de ser ya algo universalmente aceptado no vale para nada en el asunto que nos ocupa. Por qué, hasta dónde llega el hacer las cosas bien, por qué se sigue produciendo el trabajo infantil, o la mano de obra barata que todos conocemos. Sin duda la respuesta guarda alguna relación con la pregunta que da pie a este artículo, – es el mercado amigo, cuestión de oferta y demanda, un tema de rentabilidad- diría cualquier persona medianamente experta. Y ya está, todos conformes, el «sentido de propósito» no tiene nada que decir frente a rentabilidades, convencionalismos o demostraciones de poder, el mercado…etc.
Lo peor de las consecuencias que para muchas organizaciones tiene el no actuar en busca de ese sentido de propósito es el triunfo de los cínicos en éstas, los que actúan motivados únicamente por el el interés y no por razones altruistas u honorables. El esceptismo se instala como mecanismo de defensa para el resto. El cinismo coloniza cerebros y aspiraciones y convierte a la organización en algo gris y cuyo éxito – si lo alcanza- nunca será sostenible en el tiempo.
Y el caso es que me resisto a dejar de creer que cuando las personas al frente de las empresas alientan las causas correctas en el camino correcto se pone en movimiento un maravilloso ciclo virtuoso que hace que esa empresa mejore considerablemente su valor en el mercado e incremente su competitividad … pero lamentablemente no puedo demostrarlo.